"Para que la élite coma, usted y yo tenemos que morir: ¿Le parece una buena solución?"

Daniel Estulin es un autor ruso, analista geopolítico y exagente de contrainformación de la desaparecida KGB Soviética. Entre sus obras, destacan, El Club Bilderberg, Instituto Tavistock o El Club de Los Inmortales. El siguiente retazo pertenece a su ensayo Camino del infierno, publicado en 2012. En este breve, pero contundente libro -que, bajo el prisma del contexto geopolítico actual, sigue siendo aún absolutamente vigente-, Estulin se dedica a deconstruir la realidad incómoda que existe detrás de la ficción de los Estados democráticos y expone la agenda eugenésica mundial en marcha.
Camino del infierno
Por Daniel Estulin (2012)
Empecemos diciendo que Wall Street es una barraca de feria. No es la verdad. Es un parque de atracciones, un circo ambulante, un grupo de malabaristas, bailarinas del vientre, contadores de cuentos, cantantes y artistas de striptease. Pero ustedes, el público, han quedado totalmente hipnotizados por ellos. Ustedes se sientan ahí un día tras otro y una noche tras otra, y toman nota de los diferenciales de precios, las demandas de cobertura de garantía, los incentivos y los derivados financieros. ¡Es de locos! ¿Cuántos millones de personas están preparadas para creer cualquier cosa que les digan los expertos acerca del mercado de valores? ¿No se dan cuenta ustedes de que toda esa gente de las altas esferas está preparada para decirles lo que sea, con tal de que inviertan sólo un poco más de lo que no tienen en esta gigantesca y estrafalaria tomadura de pelo? Es más: la única verdad que conoce la mayoría de la gente respecto de la economía es lo que ve en la televisión.
Existe toda una generación de personas que no saben nada de la economía que no ha salido de Wall Street. Wall Street se ha convertido en el Evangelio, la suprema revelación. Es capaz de encumbrar o deponer presidentes, primeros ministros, ministros de economía y ministros de hacienda. Ahora imaginemos lo que ocurriría si el edificio entero de Wall Street y los mercados financieros resultaran ser una estafa, un sucio truco perpetrado por hombres viejos y sucios. Unos hombres viejos y sucios, preparados para hacer pasar por verdad cualquier mentira, a cambio de unas ganancias económicas en un mercado de valores artificial.
Lector, hay una cosa que debe entender. Verá: los resultados del mercado de valores no tienen absolutamente nada que ver con la realidad. La economía se basa en consideraciones centenarias, no en lo que sucedió la semana pasada en Wall Street. Wall Street es una grotesca atracción de feria que debería estar prohibida a los niños menores de dieciocho años.
La falsa idea que tenemos de la economía radica en el hecho de que se piensa que la economía es un tema de dinero. Sin embargo, el dinero no constituye un determinante de la riqueza. Y las mediciones estadísticas de los flujos de dinero no tienen nada que ver con la previsión real de la riqueza. Lo que afecta al planeta es el desarrollo de la mente de la persona. Esta es la medida de la humanidad.
Así pues, no es el dinero, ni la estadística, ni la teoría monetaria, lo que determina el modo en que funciona una economía. Es algo físico. Pero lo físico comprende el hecho del cerebro humano, que no se parece al de ningún animal porque ningún animal es capaz de inventar cosas; eso sólo pueden hacerlo los seres humanos. Y esa es la manera en que organizamos nuestro sistema social, adoptando convencionalismos sociales respecto de nuestra forma de comportarnos como personas, como seres humanos, y los efectos físicos de dichos convencionalismos. Por lo tanto, si tenemos convencionalismos defectuosos tendremos problemas. Y esos problemas son predecibles... en términos físicos.
Bien, antes de pasar a explicar los detalles de la crisis actual, deseo que el lector comprenda que lo que estamos presenciando hoy en el mundo, la destrucción global de la economía mundial, no es un accidente, ni tampoco un error de cálculo cometido a consecuencia de los chanchullos de la política. Esto está haciéndose a propósito. Completamente a propósito. Y la razón es que el Imperio sabe que el progreso de la humanidad implica que el fin del Imperio es inminente, que este no puede sobrevivir en un mundo en el que existe un progreso científico y tecnológico generalizado, sino que requiere un mundo en el que las personas sean mudas y serviles como ovejas. Por lo tanto, el Imperio se dedica a destruir esas estructuras, como las naciones-estado, que sirven de base a la vida y al progreso de la humanidad. El Imperio escoge deliberadamente como objetivo las naciones-estado, los países independientes, es decir las economías de las naciones, para destruirlas con el fin de conservar su propio poder. Y todo eso ha sido diseñado de antemano.
Ahora bien, el Imperio no es un rey ni una reina sentados en un trono chapado en oro. Los imperios están por encima de los reyes. Son un sistema de control. Lo controlan todo por medio de un sistema monetario internacional controlado por banqueros internacionales. La globalización no es nada más que una forma nueva de imperio. Es la eliminación de la nación-estado; es la eliminación de la libertad; es la eliminación de los derechos.
Cómo funciona el dinero
Y esto me lleva al tema de la economía. La economía no tiene nada que ver con el dinero. Lo que quiere la élite es un Imperio. Y hay demasiadas personas que están convencidas de que para tener un Imperio se necesita dinero. Pero el dinero no es un determinante de la riqueza ni de la economía. El dinero es un instrumento. El dinero no afecta al desarrollo del planeta. Existe la creencia falsa de que el dinero expresa un valor físico intrínseco. El valor no se expresa como una cantidad per se, sino únicamente como los efectos relativos del aumento o la disminución de la relativa y potencial densidad de población física de la persona dentro de una sociedad. El valor del dinero no radica en el intercambio individual sino en la unidad funcional, conocida como dinámica unificadora, del proceso social de una nación.
¿Sabe usted lo que afecta al desarrollo del planeta? La mente humana. Así es como se mide la humanidad. Lo que nos diferencia de los animales es nuestra capacidad de descubrir principios físicos universales, y dicha capacidad aumenta y mejora el poder que posee el hombre sobre la naturaleza por cada kilómetro cuadrado de espacio. Nos permite innovar, lo cual después mejora la vida de las personas. El desarrollo de la humanidad, el desarrollo del poder de la persona y de la nación, depende de los avances científicos, de los descubrimientos científicos y del progreso tecnológico.
Al reducir la productividad, al reducir las infraestructuras, al reducir los inventos y la tecnología, estamos provocando un derrumbe de la población. Y si se consigue que la población sea tonta y no demasiado numerosa, la minoría podrá controlarla.
La actual crisis monetaria es reflejo de la locura impuesta en el proceso de destrucción de la economía física. La razón de que estemos sufriendo una crisis de hundimiento no se halla en la fluctuación de los mercados financieros. El problema económico es que estamos en modo hiperinflacionario, es decir, si se toma la cantidad total de dinero que se cree que está en circulación y se examina el porcentaje de dicho dinero que se corresponde con la realidad física, se ve que ha disminuido, que casi es cero. ¡Pero eso no es la crisis! La crisis es la producción física per cápita. Y los recursos de los que depende dicha producción están hundiéndose.
El futuro de la humanidad tiene que ver con la economía física, con las transformaciones físicas del mundo que nos rodea. Voy a poner un ejemplo. Si se coge un montón de tierra que es rica en mena de hierro, y se refina esa mena y se utiliza para fabricar hierro, y después se usa ese hierro para fabricar acero, y ese acero para construir máquinas-herramienta que permitan fabricar toda clase de cosas, como automóviles, trenes, naves espaciales y reactores nucleares; en cada fase de ese proceso, la transformación que se consigue tiene un valor mayor para la sociedad, vale más en términos físicos que los elementos que han intervenido en ella. El resultado es mayor que la suma de los ingredientes.
Verá, cuando construimos una infraestructura, en realidad estamos reorganizando el espacio-tiempo físico de la biosfera, estamos permitiendo que ésta alcance niveles cada vez mayores de densidad en el flujo de energía.
Así pues, si se tiene un sistema en el que se va pasando a densidades cada vez mayores en el flujo de energía, como cuando se pasa de una economía basada en el carbón a otra basada en el petróleo y a otra basada en la energía nuclear, se incrementa el poder productivo de la mano de obra humana en cada etapa de dicho proceso, y así es como se crea la verdadera riqueza. Personas que hacen cosas productivas. En cambio, el dinero sólo viene a facilitar el comercio entre esas personas. No posee poderes mágicos. No tiene un valor intrínseco.
Si uno es un agricultor, no le interesa cambiar los productos que cultiva por un tractor al fabricante de tractores. De modo que se nos ocurre una idea que llamamos dinero. Seleccionamos algo que represente el valor creado realmente en el mundo físico, para que nos resulte más fácil comerciar entre personas. Pero el valor nunca se encuentra en el dinero. El valor se encuentra en la riqueza física representada por el dinero. Y lo que ha hecho el Imperio, y lo que hacen constantemente los banqueros, su gran error, es decir que el dinero posee valor y que necesitamos más dinero. Así pues, como ahora vamos a tener un rescate, supuestamente tenemos que salvar ese sistema bancario, tenemos que cerrar los sectores productivos de la economía. No podemos permitirnos el lujo de tener una economía basada en la energía nuclear porque las personas que controlan el dinero están destruyendo sistemáticamente la riqueza de la economía, en el vano esfuerzo de aferrarse al valor del dinero. Y lo que sucede al obrar así, y a medida que se va creando cada vez más dinero en este rescate, es que el valor del mismo se hunde drásticamente y en realidad termina siendo nulo. Exactamente lo que estamos viendo en la actualidad. Y en eso consiste la hiperinflación. El valor del dinero está disminuyendo muy deprisa por culpa de unas políticas gubernamentales propias de idiotas. Por lo tanto se hace necesario imprimir cada vez más dinero todo el tiempo, sólo para intentar mantenerse a flote. Y ese es el proceso en el que nos encontramos ahora inmersos. Estamos destruyendo la poca riqueza que nos quedaba intentando salvar el valor del dinero, lo cual es una idiotez y jamás funcionará.
¿Por qué el Imperio está destruyendo el sistema económico mundial?
Actualmente, en el planeta Tierra hay 7.000 millones de habitantes, un planeta pequeño que posee unos recursos naturales limitados y una base de población que aumenta constantemente. Los alimentos y el agua son cada vez más escasos. Por ejemplo, según un estudio llevado a cabo por el Experimento del Clima y Recuperación Gravitatoria de la NASA, en estos dos últimos años los niveles freáticos de la India han descendido una quinta parte. En la actualidad, el sector agrícola de dicho país consume aproximadamente un 90 por ciento del total de sus recursos hídricos. A medida que la escasez de agua va convirtiéndose en un problema cada vez más acuciante, la India se enfrenta a catastróficas carencias de alimentos. Dentro de los próximos doce meses se verá obligada a importar alimentos del extranjero. Teniendo en cuenta que la India tiene una población de 1.200 millones de personas, el exiguo superávit de alimentos que existe hoy en el mundo se esfumará de inmediato, lo cual dará lugar a una situación insostenible para el mundo entero.
La élite es muy consciente de esto. David Rockefeller es muy consciente de esto. Los reyes y las reinas del mundo son muy conscientes de esto. Una mayor base de población equivale a menos recursos naturales y mayor escasez de alimentos y de agua. De hecho, la élite, la oligarquía y quienes controlan el Imperio en toda Europa ya tomaron conciencia de este concepto a mediados del siglo XVIII: el grado de desarrollo y de progreso tecnológico es directamente proporcional a la densidad de la población. Si no hay progreso científico y tecnológico, no se podría mantener el nivel de población porque, al aumentar ésta continuamente, se necesita una tecnología cada vez más compleja para mantener la base de la población. En cambio, si hay progreso tecnológico, la oligarquía no se toleraría durante mucho tiempo más en ninguna parte. Las naciones que fomentan en sus poblaciones el desarrollo de una mente creativa producen personas que no están dispuestas a tolerar formas oligárquicas de gobierno de manera indefinida.
Por lo tanto, desde el punto de vista de la élite, si se quiere controlar el suministro de alimentos y de agua, es preciso reducir la población mundial hasta una cifra más «manejable». Recuerde: 7.000 millones de seres humanos, y creciendo, son muchas bocas que alimentar. Y Rockefeller y compañía son muy conscientes de ello, aunque no lo seamos nosotros. Para que la élite coma, usted y yo tenemos que morir. ¿Le parece una buena solución?
La reducción de la población y Los límites al crecimiento del Club de Roma
La institución más importante del mundo a la hora de promover el plan de despoblación de Malthus es el Club de Roma. Sus miembros son algunos de los ciudadanos más emblemáticos del planeta: David Rockefeller, Mijaíl Gorbachov, los reyes de España, la reina Beatriz de Holanda, el príncipe Felipe de Bélgica... Fundado en abril de 1968 por personas que formaban parte de compañías de seguros venecianas y suizas, y originariamente europeo, el Club de Roma está constituido por los miembros más antiguos de la Nobleza Negra de Venecia, descendientes de las familias más ricas y más antiguas de Europa, que controlaban Génova y Venecia en el siglo XII. En 1972 publicaron uno de los documentos más perniciosos de todos los tiempos, Los límites al crecimiento, en el cual se demostraba que la Tierra iba a quedarse sin recursos en los próximos cuarenta años. Por lo tanto, según dicho informe, si queríamos que la humanidad sobreviviera, teníamos que adaptar de forma consecuente su estilo de vida y el tamaño de la población.
Según el Club de Roma, para sobrevivir, la humanidad ha de reducir su dependencia de la tecnología, frenar su sed de progreso, innovación tecnológica y desarrollo e imponer un régimen mundial de «desintegración económica controlada» .
«Desde entonces, la tesis del informe Los límites al crecimiento se ha insertado dentro de instituciones gubernamentales y supragubernamentales de todo el mundo, en instituciones llamadas educativas, en programas de estudios de las universidades y en muchos más lugares, prácticamente en todos los aspectos de la cultura popular. Los resultados han sido el empobrecimiento total, la desindustrialización, las guerras y el genocidio que vemos en la actualidad».
Lo que se pretende es el hundimiento de la economía mundial, incluso con su versión de recursos «ilimitados», en el que se incluye que no haya nuevos descubrimientos en ciencia ni tampoco desarrollo de tecnologías innovadoras y revolucionarias. Si uno es capaz de abrirse paso entre la babilónica confusión verbal, hay un informe del Club de Roma que deja poco espacio a la duda respecto de cuáles son sus verdaderos motivos: «En la búsqueda de un nuevo enemigo que nos una a todos, se nos ha ocurrido que en dicho papel podrían encajar muy bien la contaminación, la amenaza que supone el calentamiento global, la escasez de agua, las hambrunas y cosas así». Y concluye diciendo lo siguiente: «El verdadero enemigo es, pues, la humanidad misma».
De este modo, las principales instituciones internacionales están fomentando políticas de retroceso en tecnología y la reducción de la población mundial en varios miles de millones de personas. Eso es genocidio, por si usted no lo sabía.
No obstante, antes de poder reducir la población y domesticar al rebaño, es preciso destruir la economía y la demanda. Puede que usted desee saber por qué Rockefeller y compañía quieren destruir la demanda. ¿Acaso no se verían también ellos perjudicados económicamente? La respuesta es NO. Ellos no se verán perjudicados en absoluto, porque ya controlan la mayor parte de la riqueza mundial. Su principal preocupación, en este momento de la historia, es asegurarse la supervivencia de los suyos. Y una vez más, para que ellos sobrevivan en una época de disminución de los recursos naturales, la mayoría de nosotros debemos morir.
Todos hemos oído hablar de la Gran Depresión. Sin embargo, la mayoría de la gente no conoce su historia y no entiende lo que sucedió en ese período. Al contrario de lo que cuentan los libros de historia «oficiales», la Gran Depresión no fue un suceso que acabó con los capitalistas de Estados Unidos. Fue un acontecimiento que hizo a los ricos todavía más ricos, pues trasladó la riqueza de la gente a las manos de los que ya eran millonarios. Así fue como el Banco de América ganó miles de millones con ejecuciones de hipotecas entre 1929 y 1937. No crea usted ni por un minuto que los más ricos de entre los ricos van a salir perjudicados con el hundimiento que se avecina. Los únicos perjudicados seremos usted y yo.
Ahora bien, la pregunta es esta: ¿cómo se hace para destruir la demanda? Obviamente, destruyendo la economía mundial a propósito. Dicho de otro modo: la «desintegración controlada». Esa fue precisamente la piedra angular de otro informe sobre políticas preparado por otro grupo de la elite: el Proyecto 1980, del Consejo de Relaciones Exteriores. La desintegración controlada y el desmantelamiento de las concentraciones industriales y científicas más avanzadas del mundo. El Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations, CFR), una de las instituciones centrales que la oligarquía posee en Estados Unidos, denominó a este proyecto «la empresa más grande de su historia».
«El informe del CFR, que constaba de 33 volúmenes, contenía planes de acción que la oligarquía llevó a la práctica, sirviéndose de su poder, durante la segunda mitad de la década de 1970 y la de 1980. Impuso uno de los cambios más profundos en las políticas económicas y de las naciones-estado habidos durante el siglo XX: el cambio de paradigma a favor de una economía posindustrial».
¿Qué quiere decir «desintegración controlada»? Que se empujaría a la economía mundial hacia la desintegración, pero no de manera incontrolable. Más bien, la oligarquía abrigaba la esperanza de poder controlar ella el proceso. Sería necesario que las fuerzas externas aportasen diversas conmociones que llevaran a esa desintegración de la economía mundial: conmociones en el petróleo, cierre del crédito, conmociones en los tipos de interés, obligar a la economía mundial a bajar al nivel cero, y finalmente llegar a un crecimiento negativo.
De forma simultánea, ello vendría seguido del establecimiento del mercado al contado en el petróleo, la creación de los mercados de eurobonos y del mercado de derivados, la expansión del aparato de la banca en el extranjero y el blanqueo de grandes cantidades de dinero procedente de la droga a través de algunas de las corporaciones de banca más grandes del mundo. A lo largo de estos últimos años se ha sorprendido a algunas de las instituciones bancarias más grandes del mundo blanqueando miles de millones de dólares en beneficios ilegales del comercio de la droga a través de sus cuentas: Wachovia Bank, HSBC, Citigroup, Coutts (el banco privado de la reina de Inglaterra).
Otra organización estrechamente vinculada con el Club Bilderberg y con el Consejo de Relaciones Exteriores es la Comisión Trilateral. Este organismo fue creado en 1973 por David Rockefeller. Las personas que pertenecen a la Comisión Trilateral comparten toda la misma filosofía antinacionalista e intentan impedir que las fuerzas nacionales de sus respectivos países ejerzan influencia en la política. La creación de la Comisión Trilateral se convirtió en el plan de Rockefeller para estimular «la unidad entre los poderes industrializados, a fin de que juntos pudieran alcanzar el objetivo de conseguir una estructura mundial política y económica más integrada».
La estrategia de Rockefeller «también revela un detalle fundamental relativo a la riqueza y el poder: no importa cuánto dinero se tenga; a menos que se utilice para capturar y controlar las organizaciones que producen las ideas y las políticas que guían a los gobiernos y a las personas que terminan sirviendo en ellos, el verdadero poder de una gran fortuna jamás se hará realidad».
Pese al carácter principalmente económico de los motivos y los métodos de la Comisión Trilateral, sus objetivos políticos llevan cuarenta años sin cambiar: «Aunque el interés principal de la Comisión es económico, los trilateralistas han señalado un objetivo político de importancia vital: asumir el control de la presidencia de Estados Unidos».
Una de las personas más notables reclutadas por la Comisión Trilateral fue el candidato y después presidente Jimmy Carter. Quien desee conocer la historia completa de la selección de Carter para el puesto de presidente puede consultar La verdadera historia del Club Bilderberg.
Una vez que Jimmy Carter, miembro de la Comisión Trilateral, quedó instalado como presidente, la oligarquía transfirió a su administración el Proyecto 1980 del CFR. Los máximos dirigentes del Proyecto 1980 pasaron a ser los peces gordos de Jimmy Carter, instalado por la Comisión Trilateral, y a partir de 1977 tomaron las riendas de su gobierno. Dos de los nueve directores del proyecto fueron W. Michael Blumenthal y Zbigniew Brzezinski; se les nombró secretario del Tesoro y asesor de Seguridad Nacional, respectivamente. Cyrus Vance, que estuvo al frente de un grupo de trabajo del Proyecto 1980, fue nombrado secretario de Estado. Y Paul Volcker, portavoz de la «desintegración controlada» del Proyecto 1980, pasó a ser presidente del Consejo de la Reserva Federal.
«A partir de la semana del 6 al 12 de octubre de 1979, Volcker comenzó a elevar los tipos de interés mediante la táctica de incrementar la tasa de los fondos federales y determinadas categorías de las reservas obligatorias de los bancos comerciales. Y continuó elevando los tipos hasta que, en diciembre de 1980, la tasa de interés de los bancos comerciales de Estados Unidos alcanzó el 21,5 por ciento».
«Los efectos de esta política fueron rápidos y devastadores, sobre todo porque la oligarquía se había servido de dos fraudes del petróleo durante la década de 1970 para disparar los precios del crudo. En Estados Unidos, la producción industrial y agrícola se desplomó de forma alarmante. Entre 1979 y 1982, la producción de los fabricantes reseñados a continuación, cruciales para el país, se redujo en las cantidades siguientes, en una relación per cápita: máquinas-herramienta para cortar metales, un 45,5 por ciento menos; excavadoras, el 53,2 por ciento; automóviles, el 44,3 por ciento; y acero, el 49,4 por ciento».
¿Se parece esto a un empujón hacia una sociedad posindustrial? Desde luego que sí.
La batalla que estamos presenciando hoy no tiene como fin la supervivencia de los bancos centrales ni del euro; es una lucha fundamental entre los gobiernos soberanos y el sistema financiero de la oligarquía, que beneficia a una pequeña élite. Una nación que no pueda controlar su divisa no es soberana, y una nación que no es soberana es vulnerable a los ataques y la subversión de dicha oligarquía.
Ahora bien, si el pueblo quiere tomar parte en el autogobierno, debe participar de las ideas por las cuales se autogobierna la sociedad. Esto supondría el fin de la oligarquía. Las naciones que fomentan el desarrollo creativo de su población producen personas que no estarán dispuestas a tolerar formas oligárquicas de gobierno durante un tiempo indefinido. Las poblaciones analfabetas y atrasadas tecnológicamente, sí. De hecho, hay pocas dudas de que el analfabetismo y el atraso tecnológico contribuyen al surgimiento de un gobierno oligárquico.
Las ideas de república, nación-estado y progreso van estrechamente unidas.
Como ocurre con todas las hazañas de la creatividad humana, este no es un proyecto diseñado para ser consumido de inmediato; es un proyecto diseñado para ampliar la sensación de identidad que posee el ser humano y llevarla más allá de los confines de sus percepciones sensoriales y sus sentimientos de bienestar personal, para conectarlo con las generaciones que prolongarán su legado mucho después de que su propia generación haya desaparecido de la Tierra.